Al parecer se avecinan irremediablemente los tiempos cuando el sector financiero se verá afectado por la presión de dar preferencia a proyectos amigables hacia el clima y el medio ambiente en general.
La compañía Apple emitió el primer tramo de los llamados bonos verdes con el propósito de financiar mediante el rédito de los mismos el desarrollo de productos que ahorran energía y son reciclables, contribuyendo de esta manera a la reducción de las emisiones de gases de invernadero. Por medio de la emisión de dichos bonos, a seis o doce años, el fabricante de los iPhones ha conseguido dos mil millones de euros. Los bonos de seis años ofrecen la tasa anual de interés de 0,032 por ciento, mientras que los de doce años 0,5 por ciento.
Se trata de una primera golondrina que ha traído el Plan de Acción de la Comisión Europea sobre Finanzas Sostenibles aprobado el año pasado. El objetivo del Plan es conseguir que las instituciones financieras, bolsas de valores, compañías de seguros pero también bancos al momento de conceder financiamiento a proyectos evalúen también el impacto que éstos tendrán sobre el medio ambiente. De acuerdo con el Plan de Acción, próximamente se establecerán criterios que las entidades del mercado monetario y de capitales deberán tomar en consideración a la hora de decidir a quienes beneficiar con sus recursos financieros en forma, por ejemplo, de créditos.
Una actitud así hacia el financiamiento a primera vista resulta atractivo pero en sus consecuencias puede llevar a un distorsionamiento en el proceso de toma de decisiones en cuanto a la concesión o rechazo de recursos financieros a terceros. Mientras que hoy en día el criterio clave lo constituye el rédito económico, en el futuro éste podría ser reemplazado por el temor ante las posibles sanciones en caso de que el proyecto financiado se muestre al final como poco ecológico.
